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miércoles, 30 de junio de 2010

Cadáver

Cuando el rayo de sol cayó sobre su pálido rostro, haciendo visibles las diminutas motas de polvo, siguió igual. No abrió los ojos cual persona normal, ni tomó un color rojizo. Sus labios, secos y sin color, ausentes de vida, no se movían. Sólo era un triste cadáver, un cuerpo que nadie había encontrado, y que ni la escoria quería.

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