Gozar cada vez que tu mano recorre mi espalda, y rodea mi cadera, quedándose unos minutos, para continuar con su recorrido de tortura y agonía. Que me des pequeños y suaves, bajes poco a poco y te detengas en mi cuello. "¡No, no te vayas! -pienso en ese momento", y, como por arte de magia, te quedas y prosigues el intenso juego.
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