Páginas

domingo, 22 de abril de 2012

Cansada, desmotivada.


Cuando va pasando el tiempo y comprendes que nunca más vas a volver a sentir lo que un día sentiste, te entristeces. O por lo menos, ese es mi caso. Quise darle tanto a alguien que cuando me di cuenta de que tales sentimientos no serían correspondidos, me cerré en mí misma y cada vez que tenía una nueva oportunidad, cada vez que parecía que podía acercarme a alguien para poder estar a su lado y que estaba dispuesto a aceptarme tal y como era, huía echándolo todo por la borda. Me lamentaba de mí misma, arrepintiéndome por mi ingenuidad y maldiciendo mi mala suerte. No paraba de lamer mis propias heridas, siendo una estúpida que siempre andaba auto compadeciéndose.
Supongo que el tiempo y las compañías son lo que nos hacen cambiar, pues una vez el primero pasó y las segundas cambiaron noté una mejora, un cambio dentro que me hacía diferente, pero a la vez conseguía fortalecerme y dar un paso más, y otro, y otro…

Ahora, tras tanto tiempo sola, alejada de las calles, distanciada de muchas personas y con pocos con los que contactar alguna ver por cualquier vía de comunicación, me doy cuenta de lo equivocada que estaba hace unos años. Cierto que me ha costado darme cuenta y que siempre me he negado a admitir qué siento hacia otra persona, pero no se puede negar cuando es tan obvio. 

A medida que avanza este texto me apetece rendirme.

Después vuelvo a llenarme de confianza y pensar que todo es posible. Sólo espero que no sea otra mentira con la que me han criado.

Quiero por una vez arriesgar, decirlo todo, expresarme y que salga bien. Odio tanta mala suerte en esos temas, detesto que cuando estoy dispuesta a darlo todo haya algo que se interponga en el camino. Me da mucho asco, y aunque sé que son muchas las personas que han pasado por la misma situación, no me encuentro con ganas de pasarme meses sentada y pensativa mirando un punto fijo.
Lo más importante, no quiero que las palabras traigan consecuencias. Me apetece sentarme y pedir a alguien superior que, de no ser posible, haga que todo siga sin cambiar. Pero eso es imposible, digan lo que digan, no es algo que se pueda soportar. Y no por la otra parte, yo misma sería después incapaz de hablar con la misma naturalidad, me odiaría demasiado. 

Las habladurías, las amistades, harían demasiado mal. Quisieran o no, lo causarían. 

Estoy demasiada cansada, demasiado triste y desmotivada. Ojalá pudiese de verdad cambiar completamente, volverme de piedra.

Ha sido un buen día y una mala tarde.

No hay comentarios:

Publicar un comentario