Cuando va pasando el tiempo y
comprendes que nunca más vas a volver a sentir lo que un día sentiste, te
entristeces. O por lo menos, ese es mi caso. Quise darle tanto a alguien que
cuando me di cuenta de que tales sentimientos no serían correspondidos, me
cerré en mí misma y cada vez que tenía una nueva oportunidad, cada vez que
parecía que podía acercarme a alguien para poder estar a su lado y que estaba
dispuesto a aceptarme tal y como era, huía echándolo todo por la borda. Me
lamentaba de mí misma, arrepintiéndome por mi ingenuidad y maldiciendo mi mala
suerte. No paraba de lamer mis propias heridas, siendo una estúpida que siempre
andaba auto compadeciéndose.
Supongo que el tiempo y las
compañías son lo que nos hacen cambiar, pues una vez el primero pasó y las
segundas cambiaron noté una mejora, un cambio dentro que me hacía diferente,
pero a la vez conseguía fortalecerme y dar un paso más, y otro, y otro…
Ahora, tras tanto tiempo sola,
alejada de las calles, distanciada de muchas personas y con pocos con los que
contactar alguna ver por cualquier vía de comunicación, me doy cuenta de lo
equivocada que estaba hace unos años. Cierto que me ha costado darme cuenta y
que siempre me he negado a admitir qué siento hacia otra persona, pero no se
puede negar cuando es tan obvio.
A medida que avanza este texto me
apetece rendirme.
Después vuelvo a llenarme de confianza
y pensar que todo es posible. Sólo espero que no sea otra mentira con la que me
han criado.
Quiero por una vez arriesgar,
decirlo todo, expresarme y que salga bien. Odio tanta mala suerte en esos
temas, detesto que cuando estoy dispuesta a darlo todo haya algo que se
interponga en el camino. Me da mucho asco, y aunque sé que son muchas las
personas que han pasado por la misma situación, no me encuentro con ganas de
pasarme meses sentada y pensativa mirando un punto fijo.
Lo más importante, no quiero que las
palabras traigan consecuencias. Me apetece sentarme y pedir a alguien superior
que, de no ser posible, haga que todo siga sin cambiar. Pero eso es imposible,
digan lo que digan, no es algo que se pueda soportar. Y no por la otra parte,
yo misma sería después incapaz de hablar con la misma naturalidad, me odiaría
demasiado.
Las habladurías, las amistades,
harían demasiado mal. Quisieran o no, lo causarían.
Estoy demasiada cansada, demasiado
triste y desmotivada. Ojalá pudiese de verdad cambiar completamente, volverme
de piedra.
Ha sido un buen día y una mala
tarde.
No hay comentarios:
Publicar un comentario